LA ATRACCIÓN MISTERIOSA DE LA CALLE

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Porque se me hace muy difícil comprender,
lo que intento es aceptar.

Ya hace más de cuatro años que le vimos por primera vez pasear los alrededores de Sants.
Un año antes había dejado su pueblo a hurtadillas, sin decirlo a nadie. Y, al hacerlo, se escapó también de su madre, de sus dos hijos, de la separación, de los embargos, de las deudas…

Un buen día se cogió el coche y se llegó a la primera estación que encontró y en el primer tren que pasó se subió en él hasta que llegó a Sants. Y de las calles de Sants hizo su nueva casa, su nuevo hogar.

Dos años tardó en convencerse para pasar por Riereta, ducharse, buscar pensión para dormir y comedor para comer.

Y, mientras, nadie de su pueblo supo nada de él en meses. Denunciaron su desaparición; pero al final fue un amigo quien descubrió el coche abandonado en aquella estación de tren que había utilizado para venir a Sants.

Luego, al cabo de más meses, comenzó a llamar a su madre, a sus hijos…
Estaba bien, tenía trabajo –decía-, cuando en realidad la calle seguía siendo su casa. ¿Su trabajo?… buscar chatarra para sobrevivir, lo demás se lo daban las papeleras y los contenedores de basura.

Cuando vino a Riereta se le tramitó el PIRMI y comenzó a enviar dinero a su madre como si estuviese arrepentido de haberla dejado sola en medio de la nada… y con todos los problemas encima.

Un buen día decidió volver. Miedos, incertezas, deseos… Escogió Semana Santa, fiesta grande en su pueblo. Habría mucha movida y él tendría que dar pocas explicaciones.

Compró el billete y se fue.

Al regreso me confesaba que al volver a Sants para comprar los billetes, le vino el regusto de la calle, como una atracción que le empujara hacia aquello que tanto le había hecho sufrir.

“Porque la calle, Enrique, es dura y se pasa muy mal, pero al mismo tiempo me llamaba y estuve a punto de quedarme. ¿Por qué será?…”

¡Pues si tú no lo sabes…!

2 comentarios en “LA ATRACCIÓN MISTERIOSA DE LA CALLE

  1. Llevas razón, Marola, a veces es así… al principio de conocerles; pero cuando sigues estando, te das cuenta que la gente, en sus sueños de niño, entre sus profesiones preferidas, nunca soñaron en ser «indigente que vive y duerme en la calle».
    Gracias por ponerme entre tus favoritos. Seguiré leyendo tus escritos.
    Un beso.

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  2. Si, realmente habría que meeterse en la piel y la mente de esas personas que viven en la calle. Yo tube la oportunidad de hablar con una de esas que viven en las calles, en los rincones olvidados, humeantes, con un edor a orina, pero en el que ellos se sienten bien. Tenía un piso de propiedad y vivía en la calle, con su carrito a cuestas y un pequeño perro que le aocmpañaba en sus viajes por las calles de el barrio de Maragall. Un día le pregunte, ¿porque si tiene un piso no vive en el?…me contesto que lo tenía alquilado, pero que el no podría vivir jamás en una casa, o en un piso. Simplemente eso, les gustaba la calle. Ahora hace muchos que no lo veo, quizá la calle se lo llevo, un día de primavera en el que por esas calles huele a jazmin. Besos Marola77

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