QUE PARE EL MUNDO QUE YO ME BAJO
Todo, desde que naces, es aprender. A andar quizás primero. Puede que después a hablar.
Entras -si en tu país hay- en la escuela y viene el «uno más uno que son dos» empezando y luego a que la «B» va después que la «A».
Pero no tan sólo eso: Comienzas a entrever que la vida, para muchos, no será tan de rosa por según qué situaciones ves.
Aún así, es también un aprendizaje que, en cierta forma, te dice cómo sobrevivir a esa edad. Lo que no te enseñan es a dominar esa inquietud, esa sensación de ver un pastel y querer comértelo de golpe.
Son esos años de adolescencia, hasta, quizás, los diecinueve, que te hacen sentirte el dueño y el centro del mundo. Y eso a algunos no nos lo enseñaron, aunque tampoco lo hubiéramos escuchado seguramente.
Todo estaba bien porque lo hacías tú. Algunos descubrían que robar era fácil, otros que consumir «chocolate» te hacía reir, o que la bebida te daba «el punto». Vivías deprisa. En mi caso, demasiado con respecto a unos, aunque no tanto como otros que en el camino se quedaron o fueron asiduos clientes de la cárcel.
Hasta que el cuerpo dijo basta y el ritmo decayó así como las ganas de seguir siendo actor secundario de esta comedia. Y deseas cada noche que sea la última vez que sales en el guión.
No buscas ni quieres lástima, aunque agradeces las palabras y la compañía de los que quieren entrar en un mundo que intentan comprender, pero del que afortunadamente están fuera.
Es el viejo dicho: «Que pare el mundo que yo me bajo».
Gabriel
Es una suerte reservada a unos poco,tener abierto un camino y mas si este.lo acompaña un manto de estrellas solo visible para quien no tiene empañada la vista con la contaminacion,de los que tan solo ven el suelo que pisan y aunque es bueno ser realista teniendo los pies en tierra es un regalo de los dioses poder mirar de tanto en tanto al cielo y poder distinguir las carantoñas que las nubes nos hacen con sus figuras mis saludos candelaarias
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Ahora lo he encontrado. Bien el tag. Siento a Gabriel. Le digo que yo hablé mucho antes que caminé. A los siete meses comencé a hablar. Tardaba el año y no caminaba ni con amenazas. En mi adolescencia no hubo drogas, menuda suerte. En mi juventud tampoco. Ahora en la madurez el chocolate a veces es mi saco. Lo olvido de un mes para otro. Al siguiente es el compañero de algunas noches. No hay risas, hay un cielo estrellado bajo el que duermo. El año que viene si sigo por aquí será el del Camino… le leo. Un abrazo.
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Pues claro que no buscas ni quieres lástima, muy apreciado Gabriel. Sólo se trata de aceptar y compartir con quién está a tu lado. Tú dices que agradeces las palabras y la compañía de quiénes te intentan entender, de quiénes te intentan acompañar con lo que has pasado y sigues viviendo. Bien. ¿ Te has parado a pensar que nosotros también agradecemos tu compañía? Que nos permitas charlar un buen rato agradable contigo, pasar un rato frente al ordenador chafardeando lo que hay por internet, tomar un café contigo, reír contigo… en fin, compartir un buen rato juntos…
Se te aprecia mucho Gabriel. No lo olvides nunca.
Y muchísimas gracias por tus escritos. Están muy bien. Llenos de reflexión y sensibilidad.
Anna
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Pues nada, querido Gabriel, ahí estamos: haciendo camino al andar. Tal vez más despacio ahora, pero con una capacidad enorme para pensar y para pensarte. Supongo que la que has tenido siempre. Así que de lástima nada, ya puedes estar bien tranquilo. Tus palabras sólo pueden causar admiración.
Un abrazo
anna
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