LOS DERECHOS DE LOS NADIE

Nace el sol para todosHe leído la Memoria de Arrels del año 2008.
Me ha gustado en su conjunto. Y me ha llamado especialmente la atención el apartado “Tener derechos”, por lo que de siempre he pensado que de idea innovadora y valiente tiene de cara a concebir la Acción Social.
Desde que estoy en Arrels, a menudo este punto me ha cuestionado la responsabilidad que adquirimos los que trabajamos en esto de la exclusión, cuando nos creemos sinceramente que nuestra dedicación, nuestra ayuda, nuestra lucha, nuestro acompañar no tendría razón de ser si no fuere para “reconocer derechos”.
Derechos que pertenecen al excluido y que por causas propias o ajenas los tiene enajenados y nosotros, si él quiere, le podemos ayudar a recuperar.

El trabajar por reconocer sus derechos implica todo un hacer de hormiguitas, de compañía, de relación, de confianza, de libertad, de espera, de… Hasta que un buen día, tal vez, la persona decide dar pasos, pequeños pasos que le van restituyendo a la normalidad de una vida con derechos indispensables como la comida, el aseo, la medicación, un techo en donde dormir, un trabajo…
Y tú te sientes partícipe de esos logros, porque le has ayudado a que esos derechos le sean reconocidos.

Ya los tiene. Y cuando los tiene, ya nadie se los debería quitar.
Del mismo modo que ha sido él quien los ha ganado, nadie, que no sea él mismo, debería tener suficiente poder como para hacerle renunciar a ellos.

Pero no todo el que está metido en este campo de lo social y de la exclusión lo ve de la misma manera. Hay quien no reconoce como ausencia de derechos las carencias que padecen los excluidos.
Dicho de otra manera: Lo que desde Arrels se ve claro que son derechos de ‘los nadie’, hay agentes sociales que lo conciben como regalos que el excluido se ha de saber ganar.
Juegan con sus derechos como si no fuesen suyos, sino que fuesen regalos que la sociedad los ha ganado para él. Y utilizan sus derechos/”regalos” como moneda de cambio para que mejore:

– para que mejore en su autonomía,

– para que deje de beber y gane en su dignidad,

– para cuando no se sabe qué otra cosa hacer que haga remitir su violencia,

– para que sepa lo que pierde y reconsidere su conducta…

– para…

Todo por “su bien”.
El objetivo es que cambie, si quiere el regalo. Si no, se quedará sin y/o perderá lo que es/son sus derechos.

Supongo que se hace difícil no entrar en este juego cuando la mentalidad que nos rodea es que nada se da por nada y uno, que tiene el poder de dar y de quitar, siente que tiene la llave para que el otro cambie, para que el otro mejore.
«Con un pequeño empujón se puede conseguir el cambio».
Sólo es cuestión de enseñarle el caramelo y, si no cambia, se le esconde.
De este modo, lo que sólo tendría que ser un ‘simple’ retornar derechos en libertad, el agente social pasa a involucrarse en lo que él quisiera que el otro fuese y, con ello, comienza también a sentir como fracaso el comprobar que los objetivos de cambio que él se ha marcado en su plan de trabajo con el excluido no se cumplen en la persona a la que atiende.
A partir de ese momento los avances y retrocesos del proceso personal del que ‘no tiene nada’ pasan a ser avances y retrocesos, frustraciones y logros del trabajo social.
¿Por qué ha de ser así si su vida es suya? ¡Él sabrá lo que hace con su vida!

Los derechos (sobre todo los derechos mínimos y fundamentales a los que aquí nos referimos), lo sabemos, no pueden depender de cómo la persona actúe, ni de cómo la persona sea.
Si estos derechos dependiesen de la bondad o maldad de las personas o de cómo los utilizamos, a cuantos hijos de vecino de esta sociedad tendrían que quitárnoslos de vez en cuando.
Pero ocurre que nosotros, “los normales”, no dependemos de los “regalos”/derechos que nos puedan ofertar los servicios sociales. Sobre nosotros no pueden ejercer su poder. ‘Su caramelo’ no nos es necesario.
¿O es que no hay alcohólicos entre los “normalizados”?, ¿o enfermos mentales que en algún momento se muestran agresivos?, ¿o gente que no sabe o no quiere compartir, ni convivir?, ¿o gente avispada que engaña para tener más prebendas?, ¿o…
Y sin embargo “los normales”, todos tenemos casa y comemos todos los días y hay alguien que nos da la medicación y, con suerte, tras de nosotros hay una familia que nos escucha…

Los excluidos, no.

Enrique


4 comentarios en “LOS DERECHOS DE LOS NADIE

  1. Querido Dani:
    Estoy de acuerdo contigo cuando dices que “para garantizar este derecho se necesitan fondos, recursos y viviendas”; pero lo más importante es, en primer lugar, tener voluntad política, creernos sinceramente aquello de la igualdad y poner los medios que lo solucionen y, por otro lado, no estigmatizar a los “Nadie”, ni echarles encima la culpa de los males. Mira; al Sr Millet (y tantos otros que viven y roban por esos mundos de Dios) no le va afectar lo de los Bancos Anti-indigentes y posiblemente ha robado al pueblo infinitamente más que todos los carteristas de los que se han quejado los vecinos y la prensa y que, por no sé qué razón, confundiendo churras con merinas, se identifica carterista-prostitución-indigencia. Y los problemas de fondo: las mafias, el paro, la publicidad denigrante…, se quedan sin solución en nuestro Parlamento español.
    El Sr. Millet, y tantos otros, hasta entrarán en prisión, pero seguirán durmiendo en sus lujosas casas y serán transportados a la cárcel en sus espléndidos automóviles con chófer. Y nunca necesitará ni de urinarios, ni de comedores sociales, ni de albergues, ni tan si quiera de PIRMI.
    No; no hay derecho a que te encuentres en la calle a gente que se ha quedado sin trabajo y que sólo busca dignidad, quiere dormir bajo techo y no puede ser recibido por Trabajo Social del Ayuntamiento, porque sólo atienden a no más de cinco casos nuevos diarios. El resto de los “indigentes” que hay en la cola deberán intentarlo al día siguiente. Cuando esa persona lo que necesita para salir del pozo es simplemente asegurar alojamiento, comida y trabajo.
    No; nuestra asistencia social pública es del todo insuficiente y no existe una voluntad política para trabajar en esa dirección. Y me remito a las actuaciones que nuestro alcalde Hereu está tomando últimamente en este sentido: Todas son medidas represivas que endurecen aún más la precaria vida de estas personas por si ya les fuera poco y no se plantea ninguna que favorezca la situación de esas personas, buscando su dignidad.
    Al final, en ese difícil equilibrio del que hablas, el que siempre recibe las tortas es el último, el que menos voz tiene.

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  2. Dani dijo:

    Hola Enrique,

    Me ha gustado mucho. Creo que es un gran aporte. No estaría mal que, de vez en cuánto, algun@s “asistentes sociales”, leyeran (los que no lo hacen) reflexiones como ésta sobre los límites en la intervención social.
    La moralidad de la intervención social (o inmoralidad) y, a veces, el jugar a ser dueño del destino del otro, ha sido ya desde el filósofo I. Kant motivo de controversia para trabajador@s y educador@s sociales. Y es que a menudo, los verdaderos profesionales deben trabajar en la cuerda floja, como los equilibristas con sus barras, que para mantener el equilibrio balancean su barra de un lado para otro, intentando no caerse a ninguno de los lados. Y es que como dice esa dicha, “hay que buscar siempre el equilibrio, el punto medio”, pero que a mi me digan quién es capaz de conseguir no balancearse y mantenerse firme sobre la cuerda. Y creo que en el fondo, ahí está lo bueno, un punto de equilibrio balanceándose entre polos opuestos, en este caso, entre el reconocer y el dar derechos.

    Y es que aunque la Declaración Universal de los Derechos Humanos afirme que los derechos son iguales e inalienables a las personas, cuando hablamos de vivienda, bienes materiales, pensiones,… entramos en la eterna reivindicación de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (los DESC). Claro que toda persona, como ser humano, tiene derecho a un alojamiento en condiciones y seguro, pero para garantizar este derecho se necesitan fondos, recursos y viviendas, y no todos los gobiernos tienen esta prioridad o están dispuestos. Y es aquí entonces que: a recursos limitados, alcance limitado; no todo el mundo puede acceder a una vivienda, a su derecho inalienable como persona! Hay que hacer una criba, una selección de cuáles van a poder o no… el poder de elegir, la ardua tarea de técnicos, trabajador@s sociales y asistent@s.

    Qué criterio elegimos para decir quiénes podrán acceder a sus derechos y cuáles no? Visto desde un punto de vista estricto de eficiencia, sólo aquellos que gracias a un proceso de recuperación pudieran garantizarse ellos mismos los derechos. Desde un punto de vista humano, empezando por aquellos que más lo necesitan hasta aquellos que menos.

    Solución: si hubiera una definitiva, no estaríamos aquí escribiendo.
    Mi consejo: volviendo al inicio del comentario, el término medio; el punto de equilibrio entre un punto de vista humano y otro de eficiencia, y a veces… pues más humano que eficiente.

    Un saludo Enrique!

    Dani.

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  3. gabriel dijo:

    Me he enterado que alguien relacionado con arrels ha tenido un nieto.cosa que bien creo que sabe me alegro,antes de que tenga uso de razon ya tiene asignado una serie de derechos,derechos que en el transcurrir de la vida siempre le acompañaran, de la manera que le sean necesarios los ira reclamando segun vayan trancurriendo los avatares de la vida,habra algunos de los que nisiquiera sabra que existen porque estars en un lado de una linea divisoria virtual en la que su vida trancurrira de una manera entre comillas normal,el hecho de ser autosuficiente te hace obiar a quien esta al otro lado de la linea y que sean por los motivos que sean,si necesitan de ls derechos que por cuna tienen y necesitan,el olvido de los derechos no ncesitados hace muchas veces despreciar al que le hace falta poniendole precio y exigencias

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  4. Tens molta raó en el que dius i m’ha fet pensat una bona estona la teva reflexió, que la considero molt profunda i que l’hauríem de fer nostra tots els que treballem emb «marginats».
    Una forta abraçada

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