Seguramente sea una nimiedad, ante tanta bonanza, económica y espiritual, que el Papa, con su visita, nos traerá al pueblo catalán…

Seguramente sea una gilipollez de las mías, de un idealista utópico, sin echar raíces en la realidad…

Seguramente sea el discurso demagógico y sensiblero de un obsesionado que está cegado por la inmediatez del sufrimiento que observa, al intentar estar un poco cercano al que sufre…

Seguramente…

Pero hoy la monja que cada día abre el portalón de su casa para dar el “pan con algo” a todo aquel que allí se llegue, les ha dicho, nos ha dicho, que los días de la visita del Papa, aquel portalón quedará cerrado, dado que el edificio forma parte de la zona blindada de la Sagrada Familia.
Así, esas treinta/cuarenta personas que diariamente hacen cola para recibir su “pan con algo”, tendrán que buscarlo en otro sitio, lejos, por supuesto, de donde el Papa esté.

Seguramente que lo que cuento es una bobada, pero me ha hecho un no sé qué de incongruencia en el corazón…

Seguramente que el Sanedrín con el sumo sacerdote a la cabeza, preocupados por las ganancias económicas y espirituales que el templo les comportaba para ellos y para su pueblo, minimizaban la importancia de los gritos suplicantes que les llegaban de unos cuantos, muy pocos, leprosos que reclamaban misericordia, si no justicia.

Jesús, respetó el templo, pero abrió sus puertas más allá de sus paredes, rompió los puestos y echó a los que producían tan sustanciales ganancias y se fue, en persona, a buscar a los excluidos. Y a eso le llamaba implantar el Reino.

Lo dije el otro día:
No se moleste, señor Papa, usted no verá ningún indigente…

Enrique