SIEMPRE ME QUEDARÁ LA CALLE

Supongo que este noviembre es especial para mí: en noviembre de 2002 comenzaba mi voluntariado en el Equipo de Calle de Arrels Fundació.

Son diez años de “hacer la calle”, paseando sus jardines, sus plazas, sus puentes…

Diez años de mirar la calle buscando a aquel que nadie ve, observando gestos y fijándome en detalles que a nadie importa…

Diez años de buscar a aquella persona a la que nadie se acerca porque está sucia y huele mal…

Diez años de acercarme a quien nada quiere, al que se quedó olvidado en el rincón de la calle, al que tiró la toalla y dejó de ser alguien para sentirse nadie…

Diez años de acompañar, de “estar” con las personas que un día lo perdieron todo y rompieron sus hilos que les unían a la vida y quedaron atrapadas en ella…

Pero también diez años de recibir sonrisas, apretones de manos, abrazos… de aquellos a los que ni lágrimas les quedan …

Diez años, en fin, requiriendo justicia: que devuelvan derechos a quienes ni reclaman dignidad…

Hoy me tocaría hablar de los «éxitos» conseguidos, de las personas “salvadas” en estos diez años de relación. Sin embargo estos diez años de hacer calle me hablan de transformación interior, de cambios profundos, de acercamientos, de cómo ser y cómo nos hemos sentido personas –yo y el otro-. Sé que es difícil entenderlo cuando la sociedad nos pide concreción y resultados, eficacia y producción…

Hacer la calle es acercarme al que sufre la soledad y, cuando estoy cerca y escucho sin prejuicios, descubro la persona del otro que se abre en su fragilidad y el corazón se desborda y me hace dolor: la pobreza del otro me desnuda y hace sentirme pobre a mí también..

Mi relación, entonces, no busca éxitos, solamente quiere estar a su lado sin dominios que atenacen, ni seguridades que separen. Mi relación busca la persona del otro y, cuando se encuentran, el encuentro se convierte en confianza y la confianza en respeto y el respeto en cariño y el cariño en liberación y dignidad (aunque siga en la calle).

Es desde el reconocimiento de tu propia fragilidad que el otro te reconoce y se acerca a ti y te acepta: en ese momento tú también empiezas a ser persona para él. Comienza entonces la verdadera relación. Ya no importan los resultados: los resultados vendrán si el otro quiere y cuando él lo decida. Mientras, su/mi sonrisa, su/mi apretón de manos… le están sacando poco a poco de la cárcel que le tiene preso. Juntos, estamos aprendiendo a compartir soledades y, juntos, estamos encontrando razones para unir nuevos hilos que puedan tejer una nueva telaraña de su malograda existencia. Será un proceso lento, pero no hay prisas: ahora él está experimentando, como probablemente no lo hacía desde hace mucho tiempo (¡y quien sabe si alguna vez lo experimentó!), lo que uno siente cuando percibe que alguien está interesado en él, que no le recrimina nada, que no le exige nada, que le acepta tal cual es.

En estos diez años he conocido a cientos de personas y he recibido miles de sonrisas y de abrazos. A algunas de estas personas no las he vuelto a ver, de otras me enteré que murieron y a algunas de ellas las acompañé en su muerte; otras muchas salieron de la calle y aún viven luchando por su autonomía y rehaciendo los hilos de su maltrecha telaraña.

Yo sigo en la calle, haciendo la calle, buscando nuevas caras, y acompañando a las que ya desde hace tiempo conozco.

Todas han dejado y siguen dejando un trozo de vida y de cariño en mi corazón.

Enrique

6 comentarios en “SIEMPRE ME QUEDARÁ LA CALLE

  1. Enrique: Ojalá puedas cumplir muchos más haciendo la calle, como tu dices. Son necesarias instituciones y personas como vosotros para dar aquello que no dan ni el Estado, ni la Generalitat, ni nadie más: cariño y cercanía. Un abrazo

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  2. Ignasi dijo:

    Muchas felicidades Enrique, por tu onomastica callejera.Tambien muchas gracias por los ratos que hemos podido compartir contigo, desde el lado «guai», esas sonrisas, abrazos, apretones de manos y algún que otro momento no tan agradable.
    Espero poder celebrar contigo los veinte años en la calle, que seran los quince mios, en nuestra calle. La calle.
    Un abrazo
    Ignasi

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