EL MILAGRO DE LA RELACION

RIERETA, 24, bajos

centre-obert.jpg Siempre me estoy refiriendo a Riereta y no he explicado qué es. Riereta, 24, bajos, es la sede de Arrels: oficinas, taller ocupacional, lavandería, ropero…y por las tardes, todas las tardes, de lunes a sábado, de 4 a 7:30 horas, se convierte en Centre Obert (Centro de día). Es un espacio abierto para quien quiera entrar: los que vienen de la calle, los que ya han conseguido medio salir de ella y vuelven, los que ya tienen una pensión y desde Arrels se les está haciendo seguimiento… Allí se duchan, se cambian de ropa, juegan al dominó, al parchís… hasta las 7:30 de la tarde. Luego seguirán sus vidas. Cada cual donde la tiene.

Y entre tanta gente, entre 80-90 personas cada tarde, hay dos educadores que están para hacer el seguimiento personalizado y detectar necesidades y entre 15 a 20 voluntarios para ayudar, pero sobre todo para  acompañar.

Para mí este es el secreto de Arrels: la relación y la diversidad de relaciones que la suma de voluntarios y profesionales damos a la gente que viene de la calle. Yo voy una tarde a la semana.

Hoy os contaré una historia muy simple y que me sirve para constatar que no existiría Arrels, si no existiesen los «Milagros»

EL MILAGRO DE LA RELACION 

Hay que ver la poca importancia que muchas veces le damos al saludo. Y  en el fondo es lo único que tenemos para relacionarnos. No somos conscientes de que ese saludo, que para nosotros es pura rutina y uno más de tantos como damos a lo largo del día, para alguna gente quizás sea el único que va recibir. Sin él seguramente se iría a dormir sin que nadie se hubiese percatado de su existencia.Nuestro saludo se convierte en pura verborrea sin sentimientos, pura rutina de como cuando coincidimos en el ascensor con el vecino del segundo primera. 

Cuando llego a Riereta acostumbro a saludar ofreciendo mi mano a todo aquel con quien me encuentro.

Recuerdo el primer día que saludé a Carmen:

         ¡Hola, Carmen!, ¿cómo estás?…

Me miró con los ojos grandes que ella tiene, sorprendida:

         ¿Y tú quién eres?

Me senté con ella. Y ella ya no paró de hablar.

Ahora, siempre que nos vemos espera mi mano

         ¡Qué calientes las tienes!…

         ¡Y tú qué frías…! ¿Cómo estás…?

         Yo… no estoy mal…

         ¡Cada vez más guapa…!

Se ríe:

         Por dentro lo llevo…

         Mientras no se vea…

Y me voy después de un rato de escucharla.

Cuando yo me voy, Carmen hace sentar al siguiente.

Y yo sigo con mi mano extendida:

         ¡Antonio, has cambiado de gafas…!

Antonio me mira y se ríe sin soltarme la mano…

Y así, cada día los saludos se multiplican. Mi acción, aparentemente aislada, no es única, sino que se repite una y otra vez sobre las mismas personas. Con tonos distintos, con formas desiguales, con sentimientos diferentes dependiendo del voluntario que se acerca.

Angel me decía un día: “es una madraza, pero se preocupa por mí”, refiriéndose a una señora voluntaria que, como a un hijo pequeño, le preguntaba por su salud.

No es única, ni la mejor mi relación con ninguno; es la suma de todas las relaciones la que va haciendo el milagro:

         El milagro de la compañía

         El milagro de volver a ser querido

         El milagro de no estar sólo

         El milagro de sentirse aceptado

         El milagro de encontrar motivos para ser

         El milagro de recuperar la dignidad

         El milagro de volver a intentarlo….

         El milagro…. El milagro….

Y desde “la azotea”, repasando una por una las caras de las personas que juegan, o leen, o hablan, o simplemente están, vas apreciando en cada una de ellas el milagro que se va repitiendo día tras día en Arrels:

EL MILAGRO DE LA RELACIÓN

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