Hoy he visto comulgar a un borracho. Algunos le hubiesen pedido credenciales sobre qué de limpio tuviese el alma. Y no tanto de cuán de roto tuviese su corazón y su vida. A mí, al verlo, se me conmovió el alma y mis ojos se humedecieron de ternura. ¡Bienaventurados los borrachos porque de ellos es el Reino de los Cielos!.