Este Juan José es tan imprevisible…
Resulta que el otro día Juan José acompañó a la Llar Pere Barnés a un cura que le quería redimir y sacarlo de la calle:
– Yo sé a dónde ir cuando quiero dormir bajo techado. Le dijo.
Con toda su buena fe, un día el sacerdote se sentó en el banco que ocupaba Juan José y se interesó por su situación, tanto espiritual como física.
Juan José le explicó que ahora dormía en un cajero y que andaba las calles buscando chatarra para poder sobrevivir.
El interlocutor se llenó de misericordia y le trajo mantas y algo para comer, que José aceptó con agradecimiento.
– Te pagaré también un lugar en donde puedas dormir.
Y ahí fue cuando Juan José le contestó que él sabía a dónde ir a dormir cuando quisiera.
Y ni corto ni perezoso Juan José llevó al cura a la Llar Pere Barnés, en donde, como era de prever y ante la sorpresa del sacerdote, que no daba crédito a lo que veía, fue acogido con los brazos abiertos por los profesionales y voluntarios del centro y allí se quedó a dormir ésa y algunas noches más. Hasta que se cansó y se volvió a la calle, como así lo viene haciendo últimamente.
A los pocos días el mosén se enteró de que Juan José volvía a dormir en la calle e intentó violentar la situación. Habló primero con Miquel y luego con Puri y lo intentó después con el propio José.
Era una situación que no entendía, que le sobrepasaba: ¿Cómo podía ser que José siguiera durmiendo en la calle, si tenía una habitación en dónde poder hacerlo?
Y es que no es fácil entenderlo y más si miramos al mundo desde nuestra perspectiva de poder: “Yo tengo la solución para tu problema”. Pero no nos damos cuenta de que tal vez ése no sea el problema de Juan José y que la solución, en todo caso, pasa por la propia persona a la que pretendidamente queremos salvar.
El problema de Juan José, como de tantos otros como él, no es que no duerma en pensión, su problema es que está en la calle y todo lo que ello comporta de precariedad física y mental.
La solución no se la podemos dar subidos en nuestra atalaya dominante y prepotente. Hay que bajar a la arena de la relación para estar con él y así conocer y participar de sus miserias. Y entonces descubrir en su mediocridad (no tan distinta a la nuestra) a la persona que lucha por sobrevivir como sea.
A lo mejor así, quizás después de algún tiempo, podamos llegar a comprender (o al menos a aceptar) algunas de las cosas que en un primer momento nos repugnaba.
Del sacerdote no hemos vuelto a saber. Juan José sin embargo sigue viviendo:
– Cuando llegue el invierno me llegaré a la Llar. Ahora, con este tiempo, pagar por una cama, es tirar el dinero. Se duerme mejor bajo las estrellas.
Llevo leyendo el blog hace un tiempo y solo quería deciros que felicidades por vuestra forma de acompañar.
Un abrazo
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