Esta tarde, en el Centre Obert, una mujer me ha pedido una manta.
La busqué en el ropero y escogí aquella que a mí más me gustaba: vistosa y de colores vivos, además de gruesa, ¡claro!, para que calentase mejor.
Al dársela —yo todo satisfecho—, ella la rechazó.
La mujer quería, sí, una manta, pero ella la necesitaba oscura, discreta. No quería que llamase demasiado la atención y evitar con ello que alguien se la quitara, al menos en aquella noche.
Lo de siempre, nuestras necesidades no son las suyas. Vamos por la vida creyendo que lo sabemos todo, pero en realidad no tenemos ni puñetera idea de lo que se mueve en ese mundo oscuro de la calle.
Y con toda nuestra buena intención pretendemos darles lo que sería lo mejor para nosotros sin pensar si aquello que le damos es lo que ella realmente necesita.
Cuestión de status, de vida, de prioridades… De las cosas que son importantes y de las que sólo son urgentes…
Hay que mirar…, saber mirar…
Y hay que escuchar para aprender a mirar…
Da que pensar, en como este mundo y esta sociedad engulle a las personas.
La vida es muy dura, especialmente para la gente que vive en la calle. Y es que es dificil damos cuenta de que es lo que realmente necesitan los demas cuando ni sabemos lo que necesitamos nosotros.
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Hola, Ignaci. Como bien dices, no necesitan mantas invisibles, para que pasen desapercibidos, si no rechazados. ¿Te imaginas que la autoridad competente cuidase de nuestros derechos como cuidan de los que viven en la calle? ¿A dónde denunciar cuando les roban la manta imprescindible para pasar la noche? Acabo de hacer la calle y he vuelto a casa helado de frío y mojado hasta arriba. Ahí se han quedado el Omar, el Noé, la Helga… Menos mal que hay quienes velan por su seguridad… Por lo pronto, al poco de despedirme de Omar, ahí estaban unos policías urbanos «vigilando»:
– Espera, le decía a su compañero, a ver qué hace ése.
Omar sólo estaba buscándose la vida hablando con dos chicas y supongo que pidiendo algunas monedas.
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Te imaginas un manta que te haga invisible? Uno se podría «colar» por todas partes, indetectable para las cámaras que «vigilan nuestra seguridad» un sinfín de aventuras… Pero a ellos esta supuesta manta (de existir) no les haría falta. Invisibles ya lo son…
Un abrazo
Ignasi
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Gracias por el artículo y realizas una gran labor humana voluntaria-solidaria, que muchos no comprenden, juzgan y estigmatizan. Con un hijo lo he vivido y valoro el respeto por la dignidad del ser humano. Y el apoyo para la integración social-laboral.
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