Con el tiempo (y con la edad) he descubierto que este trabajo de “hacer la calle” sólo lo puedo entender desde el reconocimiento de mi propia pobreza: yo también estoy solo y necesito del otro para sentirme que soy.
Es la relación con el otro lo que me da motivos para vivir. Es el sentirme querido por el otro, el ser importante para el otro, el ser alguien para alguien, lo que me hace sentirme vivo y por lo que encuentro razones para implicarme en mi propio proyecto de vivir. Es mi pobreza, mi soledad, las que están necesitadas del otro: el otro me hace ser. Sigue leyendo