¿Y MAÑANA, QUÉ?
Ya está el pescado vendido.
Vuelve a su casa con su bolsa, que puede contener a lo mejor comida, o vino o lo que para él le merece la pena.
Está casi seguro: Puede que haya llegado pronto allí, en donde ahora ha fijado su residencia, pues aún se oyen los ruidos de quien deposita las bolsas en contenedores y las luces de las oficinas están todavía abiertas.
Se sienta en su rincón, ajeno por completo, aunque consciente, de cuanto le rodea. En su idioma -porque cada uno de nosotros tenemos el nuestro- va maquinalmente pensando, quizás en voz alta, mientras se prepara la cama.
Cuando está bien, a su manera, coge la bolsa y revisa su contenido. Abre, si tiene o ha tenido suerte, el cartón de vino o come bebiendo. De espaldas, a veces ni quiere ver o quizás quiere ver que no le ven.
Se tiende y se abriga si hace frío. Y a su alcance, si lo tiene, enciende la radio. En su idioma, en su mundo espera que no haga frío o simplemente espera que venga el sueño. Mañana irá seguramente donde ha pensado. Eso, si no le da por levantarse y juntarse con quien, como él, habla su idioma, que «meigas ailas»…
La radio, mientras suena, queda en su oido. El se duerme. Mañana será otro día.
Gabriel
He estado poniéndome al día. La última entrada en absoluto es larga. Muy explícita.
Abrazos 🙂
Me gustaMe gusta
dicen que la verda es lo sufucientemente,real como para decirla,tu me dices yo no te digo y tu me entiendes,que quiero decir que quiero halar tu me lees quien ers tu
Me gustaMe gusta