Si hablo de Ángel, he de hablar de Rosa y viceversa.
Sus historias, en lo que conozco, se cruzan, se mezclan, se precipitan.
No pueden vivir separados; pero, juntos, explotan.
Ahora Rosa lleva una temporada larga en un albergue del Ayuntamiento con seguimiento social.
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RELATOS
El cinismo de la clase política
El cinismo de la clase política (o al menos de alguna) raya en la desvergüenza si no en el delito.
Resulta que ahora nos sobran los dineros y el Estado se quiere permitir dejar de recaudar entre 7.700/9.000 millones de euros en un momento en que todos los indicadores socioeconómicos nos están hablando de pobreza y de pobreza extrema. Nos dicen, por ejemplo, que en España la brecha abierta entre los más ricos y los más pobres ha crecido exponencialmente; que la pobreza se ha instalado en nuestro país como pedro por su casa y que además se está haciendo crónica; que más de un millón de familias no están cobrando nada; que los comedores están llenos a rebosar y que se está pidiendo a las administraciones que los comedores escolares no cierren durante este verano porque hay desnutrición en nuestra población infantil. Sigue leyendo
Los expulsados del tren
Hola, Jordi.
Me ha llegado tu reflexión y tus angustias ante la situación que vive Dumitru.
Mientras leo tus reflexiones, me vienen las dudas y, más que las dudas, el dolor de tanta injusticia. Sigue leyendo
Facilitando la inclusión
Conocimos a Antonio y Esperanza. Volvían a estar en la calle.
Habían llevado un tiempo viviendo en Can Planas (Residencia del Ayuntamiento temporal para personas en situación de calle), pero debió de pasar algo y les echaron:
“Nos portamos mal. Volvimos a beber”.
Se quedaron sin alojamiento, sin comida y les quitaron la PIRMI (Programa interdepartamental Renta Mínima de Inserción, unos 400€ al mes). Sigue leyendo
Premios 20 minutos y Madrid
Hoy debería hablar de premios: el día 24 de abril, el periódico 20 Minutos le otorgaba a Con Cartones por la Calle el premio al mejor blog solidario. Sigue leyendo
No quiero olvidar tu nombre
No quiero olvidar tu nombre,
ni dejarlo escrito en un papel
para que nadie —entre tantos— lo encuentre. Sigue leyendo
Porque no quiero molestar
Allí está. En la plaza. Como un mobiliario urbano más. Como el árbol; como el banco; como la fuente; como el cajero de una oficina de ahorros; o como la iglesia en la plaza Mayor de cualquier pueblo…
Antonio siempre está allí; apoyado en la pared de lo que fue una antigua puerta, hoy tapiada. Y, junto a él, su maleta grande llena de su casa: alguna manta, un saco de dormir, una estera que le aísla del frío… y, seguramente también, ropa limpia que le dan para cambiarse. O, a lo peor, ni eso…
Allí, sujetando la pared, se pasa el día. Alguien que se cruza le da unas monedas; otros le traen un café y hay también quien le lleva la comida; incluso hay personas que se acercan sólo para conversar con él y compartir unas cervezas… Sigue leyendo
Martes, 14 de enero de 2014
JORDI
A Jordi le conocemos desde el año 2007 dormido en un banco de los jardines de la Sagrada Familia. En aquel momento necesitamos tres martes para acercarnos y saludarle. Y ese mismo día nos dijo que llevaba ya tres años viviendo en la calle.
Yo prefiero acompañar
No todo el mundo entiende lo que significa acompañar, estar con la otra persona, respetar su proceso, escuchar, perder el tiempo día tras día: ¿para qué?
Nuestra sociedad entiende de cifras: de personas atendidas, de personas salvadas y de cuántas han salido de la calle.
Es más fácil atender que acompañar. Es más fácil y supuestamente más rentable: sólo se requiere dinero para el que se deja ayudar porque no quiere seguir en la calle. Acompañar es más costoso, porque requiere tiempo, mucho tiempo y no sabes a priori cuál va ser el final, aunque sí tienes la seguridad que va ser beneficioso para la persona con la que estás y también, sin tú pretenderlo, para ti mismo.
Acompañar sólo sirve para aquella persona que está sola y siente su soledad tan adentro que le estorbamos casi todos los demás.
Y tú ¿cómo estás?
Era Joseff quien así me preguntaba dando respuesta al saludo con el que yo le había recibido poco antes al abrir la puerta:
—Joseff, ¿cómo te encuentras?
—Mal. Estoy mal
Realmente Joseff estaba mal y se notaba: estaba sucio, bebido y olía mal. Seguramente llevaba varios días sin ducharse, se había defecado encima y ni tan siquiera se había cambiado de ropa.
Quedamos en silencio. Al cabo de un rato Joseff me preguntaba:
—Y tú, ¿cómo estás? Sigue leyendo