Es curioso lo presuntuosos que somos los del primer mundo: nos creemos el ombligo del universo y actuamos como si de verdad lo fuéramos. Nuestro sentir, nuestro pensar, nuestra crisis…, son el sentir, el pensar, la crisis… de toda la humanidad. El pensar, el sentir, la crisis de las otras dos terceras partes de la humanidad no tienen importancia y nunca han sido globales. Los problemas pasan a ser globales cuando empezamos a sentirlos en nuestras propias carnes nosotros, los del primer mundo.