A bombo y platillo nuestro más reciente Nobel de la Paz nos anunciaba el asesinato (así mismo lo han calificado los medios de comunicación sin ningún tipo de vergüenza) de un hombre «muy malo» ya juzgado y condenado por el orbe mundial y sentenciado por las fuerzas armadas de EEUU bajo la autoridad legislativa y militar (no judicial) del premiado Nobel de la Paz.
Ha calado tanto el miedo, la necesidad de la seguridad, que hasta un asesinato nos alegra y lo justificamos. La dignidad y el valor de la persona ha pasado a un segundo término en favor de nuestra lamida y vendida seguridad ¿de qué? ¿de quién?.
No he escuchado apenas ninguna voz discrepante.
Los derechos más fundamentales se rompen hechos añicos ante el Dios de nuestra Seguridad. Una seguridad que nos la han sabido vender y que nos cuesta millones de euros el mantenerla. Sobre todo la seguridad de ellos, la de personajes como nuestro premiado Nobel de la Paz, la de nuestros reyes (y sus bodas), la de nuestros políticos…, la de nuestros poderosos.
Y habrá retalladas en lo esencial, hasta de lo más básico (siempre en los más básicos), pero el caso es tener suficientes mossos, o policías o comandos especiales que nos preserven de nuestra inseguridad y maten si es necesario. Porque «los otros» son muy malos y la opinión generalizada, como si de una encuesta de opinión se tratase, así lo ha decidido.
¿Para qué jueces y magistrados y abogados y fiscales? Por aquí podríamos comenzar la retallada y destinar lo ahorrado en llenarnos de cuerpos especiales y de «mucha, mucha policía…»
Y, ¡hala!, a asesinar a «los malos» como modernos justicieros. A convertirnos en Rambos, los buenos, para perseguir a los malos.
Hoy ha tocado a Bin Laden, mañana tocará a Gadafi…
Eso sí, siempre bien seleccionados (por ellos, los poderosos) y siempre por mor de la JUSTICIA y el bien de los ciudadanos…
Nos saben vender bien quiénes son los buenos y quiénes son los malos. ¿Quién duda de que Rambo es el bueno y que defiende los intereses de la humanidad?
¡¡Y, mientras, Gantánamo sigue lleno de presuntos inocentes, sin pruebas que los acusen…!!; pero son «los malos». Lo han decidido, no el juez, ni un magistrado… Lo tienen claro las encuestas de opinión norteamericanas y, por supuesto, los Rambos libertadores…
¡¡¡Me siento indignado!!!
Enrique
Os dejo un enlace que me parece una reflexión estupenda sobre el tema y que me ha animado a escribir mi indignación.
por tus comentarios certeros y por mantenernos la mirada alerta, en mi blog te dejo premio «dardos»,
un abrazo
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Totalmente de acuerdo y comparto tu indignación
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