DESDE NUESTRA ATALAYA

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Ignacio es una persona mayor que, como tantos otros jubilados, cobra la PNC, aun y a pesar de haber trabajado toda su vida.
Según nos contó un día, sobrevive en un piso de alquiler gracias al precario sueldo del precario trabajo que tiene su hijo que vive con él.
No es, por tanto, una persona que en el sentido literal de la palabra, esté sin techo. Es, más bien, una más de tanta gente que nos vamos encontrando en nuestro trabajo de calle, que viven en el umbral de la pobreza (lo que ahora en Catalunya se llama Indicador de Renta de Suficiencia (IRSC) y definido por la Unión Europea como el 60% de la renta media del país: 7.470€ anuales en Catalunya y 6.860€ en el conjunto del Estado) y que su principal problema, después del de poder sobrevivir, es la soledad.
El caso es que Puri y yo, siempre que le vemos, nos paramos y nos echamos unas palabras con él. Pensamos que él lo agradece y nosotros nos sentimos bien.

El martes pasado le vimos sentado en un banco del parque. Estaba nervioso:

 

           Desde el viernes -nos decía- no tomo la medicación para la tensión y hoy ya siento que me mareo. Me quedé sin pastillas. Ayer fui al médico y me hizo la receta. Ahora estoy esperando a que llegue. En la farmacia me han dicho que en media hora me pase, que ya la tendrán. Y aquí estoy, esperando a que pase la media hora; pero noto que me mareo…, que se me va la cabeza… 

¡¿Cómo podía ser?! ¿Con lo fácil que nos es, cuando nos falta un medicamento, comprarlo en la farmacia, para que, luego, una vez tenemos la receta, canjearla por el importe que adelantamos? ¡”Todos” lo hemos hecho alguna vez! Es sumamente sencillo y práctico y las farmacias no suelen rechazar este intercambio.

Así es que, con la naturalidad del que lo tiene todo resuelto, le dimos lo que para nosotros hubiese sido la solución al problema:

 

  –            ¿Por qué no propusiste el canje en la farmacia el mismo sábado?

Manuel nos miró entre sorprendido, escandalizado y un tanto avergonzado:

 

  –      No tenía “los dineros”…

¡¡¡Plooooff…!!!

 

Ciertamente, en ocasiones, estaríamos más “guapos” calladitos y con la boquita cerrada…

 

A veces nos pasa… Desde nuestra Atalaya benestant (“de clase bien” en castellano), con todas nuestras seguridades cubiertas, ofrecemos remedios que resulta que no sirven a según quiénes, debido a “pequeños matices” que a nosotros nos parecen inverosímiles.

¡Total por 20€…! ¡¿Quién no dispone hoy en día de 20€ para una medicina que, además, luego, se los van a devolver…?!

Pues resulta que Ignacio, -y tantos otros, ¡y otras!, que por ahí deambulan por esos mundos de Dios- no los tiene.

A veces nuestra Atalaya está muy arriba y nos cuesta ver lo que hay allí, muy abajo. Y encima, además, muchas veces somos miopes o, lo que es peor, de vista cansada.

 

Un comentario en “DESDE NUESTRA ATALAYA

  1. Tienes razón a veces no vemos lo que tenemos delante, es una pena que haya personas como la del post que no tengan para poder comprarse medicamentos o otros productos de necesidad por no tener una pensión digna, ya no hablo de pensión buena, sino digna, que cubra las necesidades mensuales de estas personas. un saludo. Marola

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