Cuando hacemos la calle, nosotros no sabemos si la persona a la que nos acercamos quiere cambiar.
Lo que sí sabemos es que somos nosotros quienes deseamos que quiera cambiar.
Esto no modifica mi relación en lo que se refiere a mi respeto y a su libertad; pero sí modifica mi comportamiento y mi modo de exigir:
El ‘Interesado’ no es él, soy yo
Si esto es así, mi modo de intervenir deberá adaptarse, de manera que al final se consiga que:
El ‘Interesado’ seamos los dos
Que es lo mismo que decir:
Mi intervención estará sustentada, no tanto en la recriminación por aquello que hace mal, o en la adulación cuando se porta bien, sino en ayudarle a encontrar otras razones que le hagan querer cambiar.
Este tipo de intervención sin duda es más complicada y necesita de más tiempo. Pero es la que dignifica, porque cuenta con la persona, la valora como tal y respeta su proceso.