Son invisibles si no quieres verlos. Pero están. Sin techo, sin hogar, ellos se buscan cartones para sobrevivir.
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Martes, 1 de Enero de 2008
RAUL
Raul marchó a su país a finales de Noviembre. Arrels hizo las gestiones necesarias y él habló con su familia. Allí le esperan. Aquí le quedan una exmujer y un hijo: Volverá, él quiere a su hijo. Pero, si vuelve, ojalá no necesite de nosotros…
Ya sabéis, Paco sigue en residencia. A primeros de Diciembre le volvimos a ver y está bien, con genio, pero él se siente bien y le gusta que le vayan a visitar. Su hermano va de vez en cuando. Desde Arrels se le seguirá acompañando.
Desde primeros de Diciembre Gerardo está en pensión y estuvo en la cena de Navidad de Arrels. Tiene sus días…, como todos los tenemos, pero va aguantando. Con la marcha de Gerardo y de Raul, la plaza ha quedado vacía después de años de estar yendo por allí… ¿Lo hemos de vivir como un éxito? (La Mirada que no mira)
De Juan José otro día he de escribir más despacio, pues sin duda es una de las experiencias más singulares y más entrañables de las que estoy viviendo en Arrels. A mediados de Diciembre nos dijo que había pasado frío en su «casa descapotable» y que se encontraba mal (como en otras ocasiones mezcló vino con cerveza y no le sienta bien). Le propusimos dormir en pensión al menos hasta que pasara el frío. Esa tarde se presentó en Riereta y durmió en pensión. Y, lo más sorprendente, ¡hasta ahora!. Después de, según él, 40 años de dormir en la calle, lleva ya más de dos semanas durmiendo en pensión y pasando por Arrels… No nos lo acabamos de creer. Lo mejor: la acogida que tuvo en el Centre Obert por parte de sus propios excompañeros de calle y los consejos que le daban… Me llegaron a emocionar y pienso que eso fue y es lo que le acabó de convencer para , de momento, dejar la calle. Como siempre, me alegro por el hoy, mañana… ¡mañana será otro día!. Hoy mi buen querido Juan José duerme en pensión porque él ha querido y se siente bien yendo por Riereta.
De Gil hace meses que no sabemos nada de él. Ya no acostumbra a estar en el mismo lugar en donde antes le veíamos. Un día me crucé con él por el Pº de Sant Joan remeneando papeleras. Él no me vió y yo no le interrumpí su «trabajo»: no le ví mal de aspecto.
Jordi dejó su banco vacío. No sabemos dónde para. En la fecha que nos dijo que le habían de operar, preguntamos a los hospitales: Nadie nos supo decir nada de Jordi. Sabemos que los servicios sociales del Ayuntamiento le conocen, pero no sabían nada de él desde hace mucho tiempo. Confiemos en que le volveremos a ver…