TODO EL TIEMPO DEL MUNDO O LA HISTORIA DE UN PROCESO

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EL DESENCUENTRO

Puri y Miquel me presentaron a Juan José hace dos años.
Comenzaba un nuevo curso y hubo reestructuración en el equipo de calle. Yo cambié de zona y pasé a tener por compañera a Puri.

Antes, Gemma y Josep Mª eran los voluntarios de calle que recorrían aquella zona. Y fueron ellos quienes, en el 2001, lo encontraron en la calle por primera vez.
Nunca cruzaron con él palabra alguna, porque nunca Juan José les permitió el menor acercamiento. Incluso le llegaron a tener un cierto “respeto”. Pero, aún así, siempre lo intentaron y, semana tras semana,  procuraban hacerse notar de alguna manera.

Cuando luego, en el año 2003, Roc y Puri les sustituyeron en la zona, a Juan José lo presentaron como una persona de trato difícil. Avisados, ellos siguieron procurando el saludo, pero Juan José les solía recibir a gritos, desbaratando cualquier intento de aproximación. No obstante, todas las semanas seguían inventándose un nuevo gesto de acercamiento.
Pero era imposible llegar a él. Juan José se seguía mostrando agresivo y amenazante. A veces, incluso, desde lejos, les enseñaba una navaja que, luego hemos sabido, lleva escondida para “por si un por si acaso”.

EL ACERCAMIENTO

El primer acercamiento se dio en el año 2004.
Un buen día Puri le vio sentado en su banco y, junto a él, su carro de chatarra. Esta vez se acercó y le preguntó por lo que llevaba. De forma inesperada, Juan José se sintió a gusto con la pregunta y le dio toda clase de explicaciones.
Puri había conseguido, al fin, establecer contacto después de cuatro años de estarlo intentando.
Durante un tiempo Juan José sólo permitió que fuese ella quien se le acercase.

Pero, luego, la confianza ganada se fue ampliando y Juan José extendió el saludo a Roc y también a Miquel.
El personaje agresivo, temido por todo aquel que no le conocía, pasó a ser un “viejo sabio de la vida”, de sesenta y pico años de edad que llevaba -según dice siempre- cuarenta años en la calle; que ya, siendo niño, comenzó a trabajar sin pisar la escuela; que salió de su pueblo de Galicia cuando apenas tenía veintiséis; que ha seguido trabajando toda su vida y que, por no tener, no tenía ni la tarjeta sanitaria.

LA RELACION

A partir de ese momento se estableció una relación que, poco a poco, se ha ido haciendo entrañable.
Él todos los días se llega -nadie sabe aún desde dónde exactamente- al banco que está en frente del colegio de las monjas que todas las mañanas abren la persiana de la puerta para dar comida -la que tengan- a todo aquel que se acerca para pedirla. Hasta que se termina -la comida- y la persiana de la puerta se vuelve a cerrar.
Puri y Roc una vez por semana le visitaban y hablaban con él, estuviera como estuviera, respetando su situación, fuese la que fuese.
De ahí que se enteraran de que, con sesenta y cinco años cumplidos, aún no tenía pensión de jubilación.
Con su permiso, el de Juan José, en el año 2006 se tramitó el DNI, la Tarjeta Sanitaria, la Pensión y la Cartilla del Banco en donde ingresarla.
¡La pensión…! Cuando se solicitó el informe a la Seguridad Social, se comprobó que no habían cotizado suficientes años por él…
¡Toda una vida trabajando para al final cobrar algo más de 300€…, una PNC (Pensión No Contributiva)…!
Empezó a cobrarla a finales del 2006, pero él seguía en la calle.

LA AUTOESTIMA

Y la calle es dura.
Un día nos confiesa: “Cuando estás borracho, hasta los niños se ríen de ti y te empujan y te pegan”
Es a partir del 2007 que la relación personal empieza a presentar signos de autoestima:
Apenas gasta dinero –él sigue buscando chatarra, aunque tiene dinero en el banco- y cuando quiere hacerlo, lo primero que le piden, antes de cruzar el quicio de la puerta, es si lleva dinero.
Él, con esa pinta, no tiene derecho ni a sentarse en un bar.
Hay un día que se queja:
Nos contó a Puri y a mí que, con la chatarra que había cogido, ese día había hecho 20 €. Le apetecía un café y entró en un bar a pedirlo. Lo primero que le hicieron fue preguntarle si tenía dinero para pagarlo. Juan José les enseñó ostensiblemente su billete recién cobrado. Luego esperó en la barra a que le preparasen el café solicitado; pero, justo en el momento de ponérselo, se marchó haciéndoles un significativo corte de manga. El café se quedó en la taza sobre la barra y él no pagó.

Es para entonces que Juan José empieza a acceder a bajar a Riereta a ducharse, a cambiarse de ropa o, simplemente, para darse una vuelta, pues su estado etílico a veces no le permite, ni ducharse ni cambiarse de ropa.
Aprovecha para ello los martes, pues sabe que esas tardes Puri y yo estamos en Riereta.
Aún no se atreve a entrar en la sala de juegos en donde está la mayoría de la gente y como que no fuma, no le importa estar en otras salas en donde no se puede fumar. Por eso soy yo el que traigo la baraja para jugar con él a la brisca. ¡Cuánto tiempo haría que no jugaba a la brisca?!… Pero ¡qué de risas, qué de alegría, qué de disfrutar, qué de no quererse marchar…!

LA CONFIANZA

De todos modos la relación a veces no es fácil.
Un día nos llegó muy enojado. Alguien le había explicado que él tenía derecho a una paga mayor. Para remediarlo le ha dejado la cartilla del banco a ese “amigo” que se lo va arreglar todo e insinúa que nosotros nos estamos aprovechando.
En vez de enfadarnos, le explicamos con rigurosidad. Es complicado que nos entienda, pues está un poco bebido. Pero a la semana siguiente otra vez estamos con él. No hablamos del tema, él sí: nos trae la cartilla para que se la guardemos nosotros, pero no lo hacemos: es su cartilla y es él quien ha de guardarla.
En otra ocasión desapareció. Durante algunos martes dejó de venir. No sabíamos nada de él, si estaba enfermo, si se había muerto…, nos preocupó. Dejamos avisada a la gente que normalmente nos veía con él, compañeros de calle. Un martes lo dedicamos a buscarle por los sitios que sospechábamos que frecuentaba, pero no le encontramos. Un buen día apareció con una brecha en la ceja. Medio en broma medio en serio le regañamos: Estábamos preocupados por él. A Juan José le brillaron los ojos y nos dedicó una de sus sonrisas cómplices: “No me pasaba nada”, nos dijo. ” ¿Y la herida que llevas?”. “Es que, cuando estás borracho, la cabeza corre más que los pies”, nos contestó.

La relación se estabiliza durante algún tiempo. Juan José no quiere nada más. El sabe que, si quiere, puede dormir en una habitación y comer en un comedor. Lo sabe, pero él está así bien. Es su opción y es él quien debe marcarnos los pasos a seguir.

Un martes por la tarde, desde el Centre Obert, nos dicen: “Ayer Juan José estuvo por aquí”. ¡Y era lunes!
Su relación, su confianza se habían abierto.
Ya no éramos ni Miquel, ni yo, ni tan siquiera Puri el centro de su autoestima. De pronto se había abierto a Marta, a José Mª, a Ester…, a Arrels…
¡Qué gran paso en su confianza, en su autonomía!

Unos días se duchaba, otros no. Unas veces sobrio, otras no. En ocasiones enfermo… Pero siempre recibido, acogido, invitado a seguir pasos hacia su independencia…
Por fin un día quiso dormir en pensión. Le acompañamos. Pero sólo duró una noche: Después de 40 años no pudo, no supo dormir sobre la cama. Había perdido la costumbre de lo que era dormir blando y aquella noche durmió, como lo hacía desde hace 40 años, en el suelo de la habitación que Arrels le había alquilado para él.
No sería el único intento. Otro día, de improviso, Juan José se presenta en Riereta, es viernes, ya tarde. Marta no encuentra habitación en la pensión y lo envía a la Llar Ronda, para el fin de semana, después ya se verá.
Esa noche duerme allí, y allí conoce a un excompañero de calle que desde hace tiempo ya tiene una vida más o menos estabilizada. Hablaron y Juan José aprovechó la ocasión para preguntarle del cómo, del cuándo y sobre todo del cuánto valía salir de la calle y dormir allí…
Al final sólo durmió una noche.
Al día siguiente bebió más de la cuenta y no encontró el lugar.
Después, otro día, volvió para entregar la llave de la habitación.

LA TRANSFORMACIÓN

La relación con nosotros continúa. Todos los martes, puntualmente Puri y yo le seguimos visitando en su banco. Y hablamos de mi pueblo y del suyo: “En Febrero marcharé a Galicia”. Pero llegan “los febreros” y nunca marcha.
Allí, en su banco nos espera, con su botella de vino y su queso (¡le encanta el queso y los callos!): “Enrique, para queso el de tu tierra, el manchego”, me dice.
Su mundo se ha agrandado también: ¡En su mundo ya cabe el mío!
Recuerdo otro día (ahora ya lo hace siempre) que, cuando nos vio, no esperó, se levantó y con la mano extendida vino a nuestro encuentro a saludarnos.
Ya no era él quien se sentía acogido, estimado, valorado. Éramos nosotros quienes, con aquel gesto, nos sentíamos acogidos, estimados, acompañados, valorados por Juan José. Y me sentí alagado y feliz.
En aquella acción descubrí que Juan José era capaz de transformarse y de transformar.

Hace ya más de dos meses que Juan José, uno ya no sabe cómo y no deja de sorprenderse, respondió afirmativamente a nuestra invitación para dormir en pensión.
Y es que aquella mañana le encontramos mal. Había mezclado vino con cerveza y esas mezclas, lo venimos observando, no le sientan bien. Además había pasado mucho frío aquella noche en –como él la llama- “su casa descapotable” y le notamos con fiebre.
Sea por eso, o vaya usted a saber por qué, el caso es que, contra todo pronóstico y sin que ninguno nos lo acabáramos de creer, Juan José accedió a que le reserváramos una habitación en una pensión. ¡Y hasta ahora…! Más de dos meses durmiendo bajo techo y parece que le agrada, aunque, todavía, con sus idas y venidas a “su casa descapotable”.
Y otra vez a destacar la acogida por parte de la gente de Arrels, de los voluntarios, de los profesionales, pero también de los otros que han estado en la calle…
Decía Angel: “¿Y éste quién es?”. “Uno que estaba en la calle”, le dije. “¿Y cuánto tiempo lleva?”. “Cuarenta años, dice que lleva”. “¡Pobre!…Yo estuve veinticinco”.
Y Pepe le decía: “Tú ya tienes que dejar la calle. Mira, y le enseñaba la foto de su DNI, yo era antes así, parecía un asaltador de caminos. Ahora…, mírame, ¡pero que me mires te digo!, ahora soy una persona… Pues tú, lo mismo”.
No pude evitarlo: me emocioné.

HACIA LA AUTONOMIA

Pero esto no se ha acabado y habrá que seguir acompañando. Mientras Juan José lo necesite y hasta que él nos lo permita.
Lo importante ahora no es que Juan José esté en pensión (y no por ello deja de ser una alegría tremenda este hecho). Lo importante está en la relación de confianza que se ha establecido y que comenzó cuando Juan José dio el paso de confiar, primero en Puri y luego en toda la institución, cuando en el Centre Obert conoció a Luis, a Margarita, a Isabel, a Carmen, a Josep… y a tantos otros voluntarios que le abrieron la mirada llena de afecto a otras vidas más amables, menos machacadas, más confiadas, más diversas…
Pero soy consciente de que Juan José puede volver en cualquier momento a la calle. Y esa posibilidad, real, no la debo vivir con angustia ni con desesperanza. Porque lo realmente importante es lo que va quedando de este largo proceso que comenzó hace ya 40 años y que nosotros, Arrels, retomamos hace apenas siete.
Y lo que queda, que no debemos permitir que se pierda, es la autoestima: Que Juan José ahora se siente querido, valorado, apoyado, confiado… por Puri, por Roc, por mí, por nosotros. Y que Puri, yo, todos los que le hemos conocido nos sentimos también queridos, valorados, apoyados, confiados por él. Y eso debe permanecer, sea cual sea la decisión que tome Juan José en un futuro.
Quizás Juan José quiera dejar de beber -o no-, quizás quiera seguir en pensión -o no-, quizás quiera comer en un restaurante -o no-, quizás quiera seguir avanzando -o no-; pero siempre nuestro “estar”, nuestro acompañar continuará sin recriminar nada, sin valorar nada, sin juzgar nada, apoyando todo…
Sólo es cuestión de seguir pacientemente “estando” todo-el-tiempo-del-mundo.
Me alegro de formar parte de Arrels.

A MODO DE UNA INCOMPLETA CONCLUSIÓN / REFLEXION

“Si siempre tenemos que pensar en rentabilizar nuestros esfuerzos en términos de eficacia, entonces siempre habrá alguien más merecedor que otro de nuestra atención. Lo más bonito de la relación es cuando alguien nos dice no querer nada: Entonces es precisamente cuando podemos iniciar una relación de igual a igual. Sin dar nada a cambio de nada: Tan sólo entregarnos como persona.

Miquel Julià

  • Difícilmente hubiéramos encontrado a Juan José si no hubiéramos ido a la calle a buscarle.
  • Juan José, en el momento de vernos, no pide nada, no necesita nada. Somos nosotros quienes mostramos deseos de acercarnos y quienes le hacemos propuestas de cambio.
  • Nosotros no nos acercamos a Juan José con la pretensión de solucionar un “problema social”. Sólo pretendemos “estar” con la persona que es. Si, luego, además, Juan José deja de ser “problema social”, ¡pues mira tú qué bien!.
  • En nuestra relación en la calle no ponemos condiciones y sólo existe una regla: El mutuo respeto.
  • Nuestra relación para con Juan José se ha basado en la constancia, en la espera “activa” y en el afecto, sobre todo, en el afecto.
  • Nosotros sabemos que él sabe que la bebida no le hace bien ¿para qué, entonces, recriminárselo?
  • Nosotros sabemos que él sabe que la calle se hace dura. Si Juan José vive así, será por alguna razón que sólo él conoce. Para vivir de otra manera, tendrá que encontrar otras razones.
  • Establecemos una relación de adultos, de igual a igual, que favorece la autoestima de Juan José y que chielo.jpgonsigue transformarnos a los dos.
  • Juan José ha dispuesto del recurso siempre y en el momento que lo ha demandado, aunque sospechásemos que lo iba a dejar al día siguiente.
  • A lo largo de estos 40 años no hemos sido los únicos que hemos pasado por la vida de Juan José ofreciendo que cambie. Unos lo habrán hecho con mayor o menor acierto que otros. Unos habrán puesto razones y todos, seguro, que pusieron su mejor voluntad. Lo más probable es que todas esas cosas hayan ayudado a que Juan José ahora nos acepte.
  • Este proceso de relación en la calle dura años. No deberíamos hacernos ilusiones creyendo que, cuando ya está en el Centre Obert, en pensión, en piso, en residencia, el proceso va a durar sólo meses.
  • En la calle no trabajamos “el grupo”, sino que nos relacionamos con las personas que forman el grupo y establecemos diferencias en función de la persona, pero nos dirigimos a todos y todos son importantes y todos son merecedores por igual de nuestra relación.
  • Es distinto estar en la calle que en el Centre Obert: En la calle, Juan José está en “su castillo”, él es el dueño y él también es el protagonista de nuestra relación. En el Centre Obert Juan José no está en su casa y es uno más entre tantos.
  • Es bueno para Juan José el que la relación no se quede en el equipo de calle, sino que se vaya extendiendo al resto de profesionales y de voluntarios. Esta variedad hace que Juan José pueda descubrir otras y diversas miradas y afectos de la vida que le ayudan a ir encontrando “las otras razones” que, quizás, le harán querer vivir de otra manera. Aunque para esto se necesitará, seguramente, “todo el tiempo del mundo”.

Un comentario en “TODO EL TIEMPO DEL MUNDO O LA HISTORIA DE UN PROCESO

  1. Yo tambien os deseo lo mejor en estos días de Semana Santa y a descansar….besos Marola. Nos vemos a la vuelta. Yo tambien tengo muchas cosas que contar….en junio me voy de mi piso…se acabo el contrato despues de 19 años y no nos lo renuevan….así que imagínate. Besos Marola.

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