«La señora de los ojos claros»
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Incorporo a «Historias de la Calle» a una señora a la que llamaremos «La señora de lo ojos claros»
Hoy hemos hablado por primera vez con ella.
Hace unos días nos avisaron de que por aquellos alrededores vivía y dormía una señora que, aunque en realidad no molestaba, iba muy sucia, siempre estaba bebida y hablaba sola y con todo el mundo, pero nadie se la escucha de verdad.
Hoy estaba sentada en un banco. Llevaba un abrigo, aunque los demás vestimos ya con camisa corta de verano. Se notaba que hacía tiempo que no se duchaba ni se cambiaba de ropa.
Puri se ha sentado a su lado y nos hemos presentado: «Alguien nos ha hablado de tí y queríamos conocerte». No ha hecho falta nada más y se ha puesto a hablar sin parar. De todo lo que decía lo que más se le entendía era el euro que nos pedía para más cerveza. Pronto acabaría las dos latas que tenía en ambas manos y no habría más remedio que sustituirlas.
«La señora de los ojos claros» no está bien o está muy bebida, pero simpre ríe, quiere olvidar lo feo de la vida. Y tiene una obsesión: los ojos y que éstos sean claros.
Después de un rato, nos despedimos. Le recordamos nuestros nombres y nos fuimos: «Hasta otro día».
Será difícil la relación, pero habrá que «estar» con ella.
«La señora de los ojos claros» es de aquellas personas por las que Arrels apuesta y sólo por ella merece que nosotros estemos ahí, en la calle, para estar y esperar, confiando, ¡cómo no!, en su capacidad de transformar.
A mí, al menos, ya me ha empezado a cambiar por dentro.
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Raul
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Tenía ganas de hablar ya de Raul.
Antes de nada la buena noticia: Raul accedió a irse del banco y está en pensión.
Después de lo último escrito, un día, en la plaza, estando hablando con él, se desplomó y cayó al suelo. Raul, entre otras cosas sufre de epilepsia. Menos mal que estábamos a su lado y yo me dí cuenta de que algo no iba bien y pude aguantarle mientras se desplomaba.
Llamamos al 061 y la verdad es que la respuesta fue muy rápida y se lo llevaron al clínico. Luego, por la tarde, ya de noche, le dieron el alta; pero Miquel ya había movido palillos desde Arrels y los servicios sociales del Ayuntamiento le tenían reservada una plaza en el albergue de la Zona Franca. Al menos que no pasara la noche en la calle y, si quería, podía seguir allí.
Pero Raul no quiso. Es a lo que ya nos tenía acostumbrados. A la mañana siguiente se volvió a su banco. Esto era en Enero.
A mediados de Febrero la cosa comenzó a cambiar.
Un día le reservamos habitación en una pensión. Dudábamos en si iría, pero esta vez fue.
Desde entonces, y ya estamos en Junio, duerme bajo techo y come dignamente.
Al principio le seguíamos viendo por su banco y le costaba acercarse a Riereta, pero poco a poco ha ido cambiando y se ha integrado en los juegos del Centre Obert, se ha visitado por los médicos y se está controlando. Siempre más o menos. Sigue pidiendo hasta la saciedad, pero contra el defecto de pedir, muchas veces está la virtud de no dar. Pero lo cierto es que se ha producido un cambio de actitud que todos valoramos.
Anna, su trabajadora social de Arrels, un día nos contará sus sensaciones. Hace poco me contaba que estaba encantada de este proceso.
Son las miradas dulces de este trabajo, después de tantos agobios y de no tener respuestas.