Una indigente de 58 años logra un año de alojamiento gratuito

El Blog Desde La Calle se ha hecho eco de la noticia: «Un año de alojamiento gratuito. Este es el premio que ganó el pasado fin de semana Thérèse Van Belle, galardonada como la primera y, seguramente, última miss sin techo de Bélgica, de un concurso entre indigentes. La condición para poder participar en el concurso era demostrar una firme determinación de querer abandonar la vida en la intemperie y reintegrarse en la sociedad.»
Olga, autora del blog referenciado, pide comentarios.

¿Regalos o derechos?
Al hilo de esta forma de repartir, se me ocurre perfeccionar y globalizar estos certámenes, mejorándolos y extendiendo sus beneficios a más gente menesterosa que, mire usted por donde, las están pasando magras por esos mundos de Dios.

A saber:

Primero se contratarían decenas de “mercedes milás” (si no cientos o miles, en función del presupuesto que se obtenga proveniente de las piadosas donaciones recogidas y destinadas para menesterosos y otras gentes de mal vivir) para que fuesen presentadoras de tantos concursos, tipos «Gran Hermano de la precariedad», como mercedes milás se contraten.

Luego elegiríamos los grupos y haríamos los castings de rigor.

Por ejemplo: Gente que vive en la calle en Barcelona, en Madrid, en Buenos Aires (ciudad de mi buen amigo Horacio)…,  y en otras muchas capitales importantes.
Les llamaríamos los «Gran Hermano de los Mendigos o de los indigentes o de los sin techo».

Imagen6
Después nos iríamos a África, a los poblados más mugrientos y con los niños más desnutridos por el hambre que encontremos (que eso «hace audiencia»).
Serían… Los «Gran Hermano de los niños que pasan hambre»
Y en el concurso, además, meteríamos a las madres, para que se peleen y de más morbo.

También podríamos hacer otros concursos para «los niños de la guerra» y otros para «los mutilados por las minas antipersonas» o para «los infectados del sida». Y entraríamos en las fabelas de Río de Janeiro, para ver quién, durante un año, puede salir de allí. O para «los niños de la calle»; pero éstos son muchos y los castings deberíamos hacerlo en varias ciudades: Moscú, St Petesburgo, Sao Paulo, México, Nueva York… ¡Ah!, también para «los sin tierra», «los indígenas», «las mujeres maltratadas», «los obreros indios y paquistaníes de Doubai», «las prostitutas» (seguro que éstas mujeres agradecerían estar un año sin depender de mafias y macarras que abusaran de ellas).
Y así hasta el infinito.

Al cabo de algún tiempo tendremos a la audiencia bien sensibilizada y, si para entonces todavía no se nos ha aburrido -la audiencia-, habremos conseguido repartir ¡miiiiles de premios! a otras tantas ¡miiiiles de personas! que, ¡pobrecitas!, no son como nosotros, porque no eligieron bien y se hundieron. Y esta sociedad, ¡tan buena!, quiere ayudarlas un poquito para que consigan salir del hoyo en donde ellos solitos se metieron. Pero, eso sí, sólo a una de entre todas aquellas personas que demuestren que están dispuestas a esforzarse por salir.
Digamos que es introducir la competencia también en la miseria.

¿No decíamos que hablábamos de derechos?

Enrique

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