El agua caía a chorros.
Para poder continuar nuestro paseo de cada martes, Puri entró en uno de esos «chinos» que hay repartidos por toda Barcelona y por 2€ compró un paraguas. Pero era tanta el agua que caía que de todos modos la compra no impidió el que, al final de la mañana, al regresar a casa, estuviésemos empapados, pues el paraguas comprado no era lo suficientemente grande como para cobijarnos a los dos y sólo nos cubría por mitades .
Realmente llovía mucho. Por eso hoy era un buen día para ver cómo se encontraba Esteban.
Cuando llegamos, Esteban se hallaba tendido, acurrucado sobre su banco y cubierto con un gran plástico transparente para evitar que el agua que caía mojase su cuerpo.
Apenas se le veía y no pretendíamos molestar, pero tampoco queríamos irnos de allí sin saber si necesitaba alguna cosa.
Al final nos ha oido hablar y ha abierto el plástico.
Nos ha reconocido y nos hemos saludado: «Estoy bien. Gracias por venir». «Cúbrete, Esteban, no te vayas a mojar. Hasta el martes»
¡¡¿Cómo es posible que alguien quiera vivir así?!!
Cuando nos alejábamos y la lluvia nos seguía mojando la mitad del cuerpo que el paraguas no llegaba a cubrir, Puri y yo, realmente afectados por aquel espectáculo tan infame, comentábamos: Es imposible comprender que haya alguien que pueda querer vivir en aquel banco de esta manera.
El próximo martes volveremos.
Y volveremos sólo para saludarle, para acompañarle, sin más pretensiones. Al fin y al cabo no somos nadie para erigirnos en salvadores de nadie. Y hablaremos de sus viajes al desierto, a la India…
A veces cuando estás tan ‘a pie de obra’ y ves tanta fragilidad, te viene la tentación de ayudar, de cambiar las cosas, de zarandearle ¡¿pero es que no vas a cambiar nunca?!
Y entonces también te vienen las frustraciones y los equívocos; porque, casi sin darte cuenta, empiezas a ponerte objetivos. Objetivos que son los tuyos, pero no los de él y te olvidas que lo que pretendes no es hacerle cambiar, sino restablecer derechos y que los derechos quien los puede reclamar únicamente es quien los tiene enajenados, o sea, el otro. Que a tí solamente te toca estar a su lado y, en todo caso, y sólo cuando él lo solicite, facilitarle el acceso a esos derechos (si es que entonces esta sociedad que tenemos se lo cree y se lo permite y tiene disponibles los recursos adecuados para darle sus derechos).
«Al principio querían llevarme; ahora, no. Se han convencido de que yo no quiero irme». Le comentaba un día Esteban a un vecino, refiriéndose a Puri y a mí.
Enrique
Casi por casualidad llegó aquí, un amigo me comentaba: Anoche leí un artículo similar al tuyo, ambos llegabais a la misma conclusión.
Leerte ha hecho que me sienta de algún modo comprendida.
Gracias, y espera mis próximas visitas.
Saludos.
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«Quieren llevarme, pero yo no quiero irme». Això és el més terrible per a un voluntari o per a un professional:Veure que hom no es vol deixar ajudar. Això és de les coses que més cansen i desilusionen. Una abraçada forta.
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Realidad de todos los tiempos, aunque no deja de ser triste
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