Aprovecharemos que éste es
el Año Europeo de la lucha contra la Pobreza
y la Exclusión Social,
para ir echando nuestra leña al fuego.
«El Efecto Llamada»…
Cuántas veces hemos oído la frase.
Es el argumento definitivo, el último para convencernos de que están en peligro nuestros propios privilegios.
Aquí ya sí hay habichuelas a repartir. Y, cuantos más seamos en el reparto, a menos habichuelas tocaremos por persona. La lógica parece irrefutable. Somos más y a menos tocamos. (¡Como si el reparto siempre fuese equitativo!).
El argumento también se utiliza en la exclusión:
Barcelona se llenaría de gente sin techo y de “sin papeles”, si levantamos la mano y mejoramos los recursos y la atención: Seríamos un oasis en medio de tanto desierto, nos dicen.
Y siguen llevando razón.
¿Sus derechos frente a los nuestros? No hay color. La cuerda siempre se rompe por el más débil. Cuando chocan derechos, siempre prevalecen los nuestros, los que tenemos la sartén por el mango.
Y es normal, “los otros”… son advenedizos. Y hasta lo puedo comprender…
Pero lo que a mí me pasa es que, cuando paseo las calles y me fijo, me encuentro con que aquel que está en el banco, con bolsas, sucio, sin nada que hacer, es Amir y yo le conozco y él me conoce a mí. Y aunque vive y se mueve en la indignidad de la calle, es persona que tiene una historia, una vida, una esperanza…
Pero resulta que, porque no tiene “papeles”, me dicen que no tiene derecho a ser. Y le llamamos “ilegal”, ¡como si alguna persona pudiese tener ese atributo por el hecho de nacer!
No sé si mi acercamiento, si mi reclamar derechos para Amir, si el exigir darle asistencia social y seguimiento como al resto de los mortales, estará, estaremos provocando el “efecto llamada”.
No lo sé, a lo peor sí, pero ¿qué hago?, ¿qué hacemos con Amir?
Puedo y comprendo al político de turno… Sé, conozco personalmente a personas (buenas y honradas), con responsabilidades políticas en este campo de la acción social y entiendo de sus propias contradicciones que le generan lo que serían sus deseos y su propia limitación de intereses y preferencias partidista, presupuestarias o de acción. Siempre hay alguien más arriba que impide realizar lo que al final terminan por convertirlo en utopía.
Lo siento; yo entiendo, pero que nadie me pida entrar en su juego.
Que no me quieran utilizar ni utilicen a Amir y su vulnerabilidad como chivo expiatorio de las incoherencias del sistema.
Que nadie me pida que no atienda a Amir, ni a tantos otros que su única culpa es no tener los “papeles” que les imponemos los demás, nosotros, los ricos.
Mientras haya un Amir, habrá que seguir exigiendo justicia y atención en la igualdad.
Y si eso genera que vengan más, tendremos que reclamar soluciones globales que no beneficien a los de siempre, ni provoquen el dolor y la miseria en los otros, también los de siempre.
¿Demagogo? ¿Utópico? No lo sé. Lo único que puedo decir es que yo, cuando paseo las calles y me fijo, me encuentro con Amir y con tantos otros que su única culpa es no tener los papeles que, a nosotros, los ricos, no nos lo piden en su país, aunque vayamos en plan de multinacional a esquilmar sus riquezas o en forma de ejército de “paz” para salvarlos hipócritamente ¿de…?
Sinceramente, no he entendido nunca eso de «ilegal», ¿quien es ilegal?..una persona por no vivir en su país, por querer ver mundo, establacerse en otro lugar…no he comprendido jamás ese concepto…creo que el mundo es de todos, deberíamos tener la libertad de poder ir a cualquier lugar, sin papeles, sin sellos, sin burocracia….porque el mundo es de todos.
He comprendido lo que expones porque está a la orden del día. Es penoso, pero real. Yo vivo en la Avda. de Virgen Montserrat y en el parque del Nen del Aro veo cada día a «sin techo», esos hombres que conviven en los bancos, con su pobreza, su tetabrick de vino o su litrona de cerveza, sucios, desgreñados, mal alimentados.
La gente no se sienta en los bancos cuando estan ellos, les «da miedo», hay uno que siempre está mal, estos días que hizo tanto frio se metia en la Caixa de la esquina, yo a las 8 de la mañana lo veía casa día sentado en el peldaño de la Caixa, encogido, muerto de frio, enrojecido, como un pajarito.
Sentía compasión por esa persona, a pesar que en el barrio se dice que son «mala gente»…los del parque. No sé bien porque, pero a pesar de que hagan ciertas cosas que no son muy normales creo que deberían tener como minimo un lugar donde no morir de frio o de hambre.
Perosona que me haya alargado, pero necesitaba contarte esto, que llevo viendo varios meses y estas cosas me afectan bastante.
Gracias Enrique y un besazooo
Marian
Me gustaMe gusta