MARTES, 1 de Diciembre de 2009

Juan José

Algunas veces invitamos a un café o compramos un bocadillo. Lo solemos hacer; pero no con demasiada frecuencia. Pensamos que tampoco con ello vamos a solucionar el problema. Pero sirve para relacionarnos, para ganar en confianza.

Con Juan José hacemos una excepción. Es bastante habitual que nos sentemos con él para compartir un «cortado».
Pero, además, lo novedoso es que, en este caso, es Juan José quien se empeña en invitarnos y no consiente en que seamos nosotros quienes paguemos.
Es tal su tozudez, que se nos hace muy difícil el negarnos. Aunque por otro lado, reconozco que, tanto a Puri como a mí, nos parece entrañable ese momento en que, estirándonos del brazo, nos dejamos llevar y, una vez sentados en el velador del bar, él solicita al camarero nuestras demandas, vigilando, al mismo tiempo, que ninguno de nosotros nos adelantemos a pagar.
– Enrique, ¿va un «carajillo»?.
Juan José intenta hacerme cómplice de lo que él quisiera tomar. Pedirlo para él solo, no se atreve. Pero yo no le sigo en sus intenciones y su complot cae en saco roto y no tiene más remedio que solicitar otro «cortado», para, de este modo, guardar las maneras (aunque por otro lado lleve su cartón de vino en el bolso).
Últimamente hemos llegado a un acuerdo (no sé si él lo está del todo): Cada día pagará uno.
Hoy me ha tocado a mí y lo tuve que hacer un poco a hurtadillas, pero pagué.
El próximo martes pagará Puri y el martes siguiente será Juan José el que pague.
Yo pienso que así está bien. Juan José tiene su paga y no le falta el dinero. Es una manera de no sentirnos ni más ni menos encima los unos de los otros. Pero tampoco vale el que él sea siempre el que pague, aunque lo haga con muchísimas ganas.

Por cierto, Juan José sigue en la calle. Al cabo de pocos días de estar en la Llar Pere Barnés en Febrero, se cansó y se fue. Volvió a su casa «descapotable». Tan descapotable que la otra noche unos vecinos le arrojaron encima dos cubos de agua que le dejaron empapado.
Resulta que su compañero de «dormitorio» tenía la radio puesta y molestaba. La solución del vecino afectado fue apagar la radio… echando desde la ventana dos cubos de agua que cayeron encima del que menos culpa tenía, en este caso Juan José. Pero ya se sabe … «De noche todos los gatos son pardos…»

Para leer más sobre Juan José, clicar aquí con el ratón

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