Otra vez Navidad.
Y otra vez desde mi tierra, La Mancha, una amiga me felicita desde el compromiso y la fe o, mejor dicho, desde la fe comprometida en un Dios que “MIRA DESDE ABAJO”.
Y yo encantado de tener tan buenos amigos.
¡¡FELIZ NAVIDAD para todos los que miran desde abajo y, cómo no, para los que están abajo!!!
Éstos últimos lo tienen mal en estas fechas, pues, como a todos, se les agolpan los recuerdos y se les llenan sus vidas de más soledad, si cabe.
Y SIGUES LLEGANDO DESDE ABAJO
Y te empeñas en ello…., en llegar desde abajo.
¿Te dan vértigo las alturas?
¿O es que tus ojos ven mejor desde abajo?
Un niño, una mujer sencilla y confiada,
un hombre callado y fiel,
una choza de animales,
unos pastores a la intemperie,
y una Estrella en la noche.
¿Por qué de esta manera?
¿Te das cuenta que así me complicas la vida?
¡Cómo me cuesta entender tus “locuras”!
Pero Tú sigues y sigues empeñado en lo mismo.
Tu Salvación no está en las alturas.
Allí, Tú no habitas.
Eres el Dios de las periferias,
el de los márgenes y caminos embarrados.
El Dios de quienes nada son, porque no interesan.
El Dios de quienes han optado por tu causa.
El Dios que gusta de lo humano y lo fraterno.
El Dios que siempre infunde libertad y quita el miedo.
El Dios de Belén, que siempre mira desde abajo.
A pesar de tus maneras, quiero seguir esperándote,
y acoger tu venida desde abajo.
Conduce mi mirada al “sur” de todos los “nortes”.
Complica mi vida.
Empújame a los pesebres donde Tú te manifiestas.
Llévame a prisa, aunque me resista,
aunque el miedo paralice, con frecuencia, mi acción y mi palabra.
Porque las ESTRELLAS sólo se ven mejor en la noche y desde abajo.
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