Donde estará el Gamusino

Gabriel también vino a la Ruca y hoy nos cuenta la anécdota del «Gamusino».
¿No sabéis qué es un «Gamusino»…?!

Es curiosa la forma de interpretar la salida de 6 días -excursión larga, vacaciones o como quieran llamarla- de personas con un denominador común: intentar pasar ese tiempo lo más tranquilo y relajado posible.
Están los que miran que esa tranquilidad no se rompa dentro de lo posible y los que van porque, unos: «si hay que ir se va» y otros: «vamos a ver a dónde nos llevan» o «a dónde vamos esta vez».

Dentro de lo que se puede hacer en esos días, concretamente por la noche, es ir en busca del «Gamusino». Una especie de unicornio enano que suele encontrarse cuando uno deja de ver las estrellas o bien cuando dejan de mirar a las vacas que pacientemente aguantan la presencia de extraños.
Nada obliga a adentrarse en los bosques en busca de los mágicos Gamusinos que delatan con su luz la mítica presencia para los que dicen que existen.
Y, mientras dura esa aventura, otros pueden estar durmiendo jugando al parchís o mirando a las musarañas, deporte muy extendido y en estudio para agregarlo como prueba olímpica.
Se vuelve la osada expedición sin haber capturado ningún despistado Gamusino; aunque algún intrépido asegura haber visto de reojo algún raro destello de algo brillante que se movía.

Todo está como lo dejaron. La noche arropa a quien duerme o lo intenta. Quedan las conversaciones nocturnas.
Mañana un día más o uno menos: la botella está siempre igual, a la mitad.

Gabriel

LA CUÑA

¿Que ha existido siempre la mendicidad?, poca gente lo negaría.
¿Que durará desde ahora hasta que explote el sol?, si miro la historia, cambiando motivos, matices y circunstancias, ateniéndome a la era actual, yo diría que sí, que la mendicidad o, mejor dicho, quien la practica seguirá buscando la calle como hogar.
Dudo que exista ni modo ni personas que la erradiquen al 100% de este sistema de vida.
Pero, como cuando quieres partir algo duro y abres una brecha lo suficientemente adecuada para meter una cuña y das un golpe -que lo más importante sea no parar más que la fuerza-, sabes que la cuña se irá abriendo camino. Lo importante puede que sea el material de que esté hecha y quién sea el que la golpea, que necesariamente ha de ser alguien que tenga toda la fuerza para tener todos los relevos necesarios para que el golpeo sea continuo.
No basta con una o dos manos que den con todas sus fuerzas, pues, aunque no se quiera, el esfuerzo sólo durará hasta que le falten las fuerzas. Pero una vez haya avanzado todo lo que su voluntad haya podido, llegará un momento en que gire la cabeza mirando a un lado y a otro, sin dejar de golpear, buscando un relevo.

Gabriel

SIGUE ANDANDO

No sé si es aburrimiento, tozudez o estar cansado de que te echen de todos lados mirándote por encima del hombro personas cuyo cerebro tan sólo funciona al sentir las monedas en su bolsillo.
Pero hay que tener valor para creer que con tan sólo tus ganas y un poco de ayuda, si te la ofrecen porque la vean necesario, cambias, con el tiempo, ese aspecto que la mayoría toma, aunque al pasar te den lo que puedan.
No sé qué transformación tendrá lugar en tu cerebro cuando gota a gota lo cambies de color y sabor diferente. Te veas limpio -no de ropa- y claras las ideas -las tuyas no las de antes-. Pero aun siendo diferentes, serán las tuyas, ni mejores ni peores, saldrán de tí. Y si éstas te ayudan a encontrar trabajo, cerrando tras de tí una puerta, ya será la repanocha. No tienes que ser motivo de envidia, pero sí de ejemplo, no siendo la excepción que confirma la regla, sino uno más eligiendo otro camino, imaginando, soñando o, simplemente, y sin complicarte la vida, andando con pie más firme que antes.

Gabriel

MI PROBLEMA

¿De qué puede escribir una persona con la experiencia de haber vivido durante un tiempo en la calle?
Si le gusta hacerlo -escribir- y esa vida le ha marcado de alguna manera, lo hará recordando esas vivencias.
Si alguien las lee, porque ha tenido la oportunidad de hacerlas públicas, tiene el derecho de pensar, con toda la razón, que todos hemos tenido o tenemos problemas más graves, para él, que el de dormir en la calle.
Es como a aquel que le duelen las muelas y al otro la rodilla. ¿A quién le duele más? El propio es el dolor más grande, aunque te sensibilices con el dolor del otro.

Por ello y sin necesidad de ser un quejica, es bueno compartir el daño o el problema, porque, ¿por qué no?, el que te escuchen y te acompañen te muestra la solidaridad de la que son capaces la gente que te rodea.
A cada dolencia, a cada problema le hacen falta respuestas. Como en todo, habrá quienes ante aquellas dolencias y aquellos problemas se muestran indiferentes, pero, al hacerlos públicos, primero se hace constancia de que existen y que, el que las sufre, no está solo y, por tanto, que la presión que se puede hacer en quienes pueden aliviar el problema es mayor.
No ha de escucharse el «tú tienes lo que te mereces», sino el «¿por qué lo has hecho?».
Nadie es santo en esta vida. Hay buenos y hay menos buenos y malos y muy malos. Eso es real. Por ello, cada vez que alguien escucha tu dolor o tu problema y te lo cura o alivia, es digno de respeto y ejemplo si lo quieres seguir.

Gabriel
¿Quién es Gabriel?

SIN PAPELES

Erase que se era la historia de un señor que, como únicas pertenencias, un macuto a la espalda llevaba.
Recorriendo la ciudad, después de todo el día caminando, un portal encontró y que, según su idea, a nadie molestaría si, por el tiempo que en la ciudad estuviera, lo tuviera por morada.
Era la entrada de un parking que tenía el suficiente espacio como para no suponer obstáculo alguno para la salida de vehículos.
He te aquí que, pasados los días de tener de huésped a quien nadie había llamado para que lo fuera, supongo que la comunidad decidió no darle papeles de residencia a quien, por lo que parece, degradaba el inmueble.
Pensaron, pues, poner puertas donde antes había hueco y expulsaron a la persona «non grata» del lugar.
Yo no dudo de que los que allí viven sean buenas personas, dando, cuando lo piden, a quien creen necesitado. Pero el problema está «en que en nuestra casa ¡no, gracias!».
¿Está bien?, ¿está mal?…, ¿actuaría yo así?…, ¿lo harías tú?…

Yo quiero que no haya gente que en la calle duerma.
La mayoría diría que: «claro que es una pena que haya personas que vivan así.»
Entonces todos estaríamos de acuerdo en las ayudas necesarias para que no tengan que echar a nadie del portal donde viven. Las mismas que darían a quien puede que conozcas.

Gabriel
¿Quién es Gabriel?

UN LARGO LAZO

Es un día más en el taller del Centro.
Entramos y ocupamos nuestros puestos cogiendo lo necesario para la ocupación que tenemos asignada.
Se acerca quien nos dirige los trabajos, comunicándonos el fallecimiento de la persona a la que hemos tratado desde que entramos a formar parte de la familia de usuarios y de quien de nosotros se ocupa.
Ha sido la tercera o cuarta persona, en lo que va de año, que nos deja y, como en cualquier otra familia, cada uno lo siente a su manera.
Quizás alguno piensa que podría ser el siguiente. O la lágrima interna de quien más cerca lo ha tratado.
Puede que ellos hayan pensado en algún momento que, a parte de la ayuda que les han prestado, va incluido un lazo fuerte, que de alguna manera se han sentido familiarmente acogidos y que, como en toda familia, es más fuerte en unos que en otros.
En ese intervalo de acogerlo, hasta saber que ya no lo verás más, quizás se ha sentido escuchado/a y tenido en cuenta… Quizás ha sentido el calor de las manos que le hicieron olvidar el frío de la calle…
Se quiere pensar que nos deja sin resentimiento, sabiendo que no estaba sola, perdurando su recuerdo en su familia.

Gabriel

¿Quién es Gabriel?

Hoy escribe Gabriel (2)

Con Gabriel he llegado a un acuerdo: El escribe, lo que quiera y como quiera, y yo publico 

COSAS DE NAVIDAD

Aquí está, ya viene.
Suena la zambomba,
suena el almirez.
José mira al niño
que lo despiertan
con tanto vaivén.
No te apures, María,
que el niño sonríe
con la música que han hecho
especialmente por él.
Frío en Diciembre hace,
aunque la vaca y la mula,
con su aliento, lo hacen decaer.
La pandereta resuena,
anunciando tres reyes
que al niño quieren ver.
María, sonrojada,
con orgullo lo muestra
a esos tres reyes magos
que con sus bellos regalos,
oro, incienso y mirra,
se postran a sus pies.
¡Qué bien más grande!
¡Un rey para sí quisiera
que a un pobre pesebre
tres reyes acudieran
para verle nacer!.

Son palabras para quien la tradición sigue. No importando si en él se cree o no. La opción es afortunadamente libre. Y, aunque éste no sea un villancico, seguro es que lo cantará aquel que se deje llevar por el espíritu de la Navidad. Y, total, es una vez al año ¿no…? Creamos, pues, que somos buenos, aunque lo seamos menos… ¿vale? 

Gabriel, Noviembre 2007