Entre el éxito y el fracaso

El éxito

Normalmente nuestra medida del éxito comienza cuando se consigue que, el hasta ahora excluido, se adapte a estar en un lugar digno, bien cuidado, bien limpio, bien comido y bien bebido. Y a partir de ahí lanzarlo y auparlo hacia mayores logros de autonomía.

Y es verdad. Todos nos ponemos contentos cuando esto se consigue.
Evaluamos como éxito el hecho de que la persona llegue a la cota que para nosotros significa el mínimo de dignidad.
Es este mínimo el que creemos -¡y exigimos! con razón- que todo el mundo tiene derecho a disfrutar sin que por ello se le deba de pedir nada a cambio, del mismo modo que no pedimos certificado de buena conducta a nadie (bueno, sí, para los inmigrantes ya falta menos…) para hospitalizar o para darle escuela.
Pero se llegue o no se llegue a esta situación, en el camino se viven otros éxitos que van más allá de la apariencia externa en que se encuentre la persona y que normalmente quedan escondidos en su intimidad.

Os contaré:

Cuando hago calle, me siento bien y disfruto.
Y disfruto y me siento bien, porque veo pequeños, minúsculos, si queréis, éxitos en la gente a la que acompaño, aunque en ese momento aquella persona no quiera saber nada de todo aquello que pueda significar ni seguridad ni bienestar conforme nosotros lo entendemos. Pero sin embargo sí se manifiestan ciertos signos que abren a la esperanza.

Y así resulta que:

    Juan José, que en un tiempo primero no nos dirigía la palabra, llegó un día en que se levantó de su banco y con una sonrisa de niño travieso nos vino a recibir con la mano tendida.

    O Alfredo que, cuando le echaron del puente, al verme me dijo: «Enrique, tú eres para mí lo «más»…»

    O Cristóbal: «Me fío de vosotros y cuando os necesite, os llamaré.

    O cuando Antonio nos decía: «Porque yo no soy un perro, soy una persona y vosotros me tratáis bien».

El éxito o el fracaso están en el interior de la persona y en cómo cada uno de nosotros resolvemos nuestros conflictos internos.

Por eso yo en la calle me siento bien cuando percibo que el otro gana en dignidad.
El éxito lo vivo en la ilusión del encuentro:
Cuando ves a Andrés y a Josep, inseparables, unos «cachondos mentales» (dicho con todo mi cariño), que no quieren nada, pero que saben, y te lo dicen, que Arrels les espera para cuando ellos quieran.
No. El éxito no está cuando nosotros quedamos tranquilos y nuestras conciencias se sienten bien (y vuelvo a repetir ¡qué gozada verlos así!).
Nuestro baremo no debería estar puesto ahí, sino en cómo él se siente y si nuestro encuentro es para él una experiencia de esperanza, de seguridad, de cariño, de «empenta» para seguir luchando y, sobretodo, si es para descubrir «razones» para volver a vivir.
Y eso se da o no se da estando limpio o sucio, bebido o sobrio, durmiendo en la calle o en una habitación de un hotel de cinco estrellas.
Con facilidad caemos en la tentación de «materializar» el éxito o, mejor dicho, convertir en éxito aquello que es material:
–  ¿Has visto qué bien se casó fulanita? Se casó con un alto ejecutivo de una importante empresa.
Pero nos callamos si con quien se casó:
– Es una buena persona, aunque es «un muerto de hambre»
Y, si lo decimos, es para consolar a quien ya se casó con «el muerto de hambre» que quizá sea una buena persona.
Esta sociedad nos arrastra y caemos de cuatro patas.
Y sigo diciendo que los derechos son los derechos y que todo el mundo tiene derecho a vivir dignamente. Y nosotros, todos, tenemos el deber de proporcionar los medios que nos permitan a todos vivir con dignidad.
Pero definir lo que son éxitos o fracasos en la vida de las personas, es otra cosa o debería de ser otra cosa.
Porque una cosa es vivir dignamente y otra muy distinta es considerar que la persona es más o menos digna en función del status en que se encuentre.
Luego vendrá, si viene, el bien comer y el bien dormir, aunque la lucha por el bien vivir continuará siempre.

Enrique

2 comentarios en “Entre el éxito y el fracaso

  1. manuel dijo:

    hola mellamo manuel y des de aqui quisiera da las grasia ha todas la persona que me an ayudado sobre todo a arrels
    que grasia a ello esalido de la calle e dejado la bebida y hoi soi una persona mui feliz me casado con una persona
    maravillosa que tiene una hija marravillosa tanbien que mequier como sillo fuera su padre verdadero tengo mi piso no que ante tenia cuarquier cajero que abia el primero que en comtraba hai dormia llego un momento que creia que yo moriria en la calle por que creia queno podia dejar de veve pero hoi grasia adio todo esta bien tengo un trabajo y bamos tirando para adelante solo quiero dasle todo mi agradesimiento a centro de arrels por que todo son marabilloso desde el voluntario al diresto munchas grasia perdonen por las farta de oltografia un saludo de una persona mui feliz

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  2. Es el error del ser humano, calificar a la persona por su estatus, su posición, pero nunca por lo buena persona que es, por lo que hace por los demás. Que razón tienes cuando has puesto ese ejemplo «es muy buena persona, pero un muerto de hambre»…cuantas veces he oído esa frase y otras parecidas. Hasta que no nos quitemos esa costra de maldad, de conveniencia, de egoísmo y de falsedad, que nos hace ser lo que no somos, y dejamos de ser lo que podríamos ser. Es más importante la apariencia, el aparentar algo que no es, por que «que dirá la gente»….y luego al final te das cuenta de que no sirve de nada, al contrario muchos caen en ese pozo oscuro del que no salen por que no pueden seguir con esa apariencia que les ha robado su vida . Besos Marian

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