Cuando me despedía, casi en un susurro, Rafa me espetó: “No cambies; sigue siendo la persona que eres”.
Me sentí halagado; como el pavo real con todas sus plumas abiertas; como la gallina clueca en medio de sus polluelos:
¡Mi/nuestra manera de estar, de acompañar, de escuchar… tenía sentido!
Como cada martes, fuimos a aquella plaza en donde conviven un grupo de personas que conocimos hace tiempo en el Puente de Calatrava. Y, como cada martes, nos esperaban para contarnos sus cuitas, sus desgracias, su vida… Y nosotros, como cada martes, les escuchamos y nos interesamos por lo que nos cuentan; y nos reímos con sus bromas; y nos preocupamos por lo que a ellos les preocupa.
“No cambies”.
Lo han notado, han sentido que nosotros estamos con ellos, que tienen nuestra confianza, que nuestra relación va un poco más allá del encuentro puntual para conseguir objetivos.
En los manuales escritos de la acción social, ésta sería la primera etapa en el proceso de ayudar a que estas personas salgan de la calle y consigan su autonomía perdida. Sigue leyendo